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VENGANZA

Actualizado: 5 ago 2021


-CAPITULO 1-

Aníbal y Alberto iban a bordo de su vieja camioneta roja Dodge 1963, por fuera nadie daría 1 dólar por el cacharro, pero funcionaba a la perfección, iban de regreso a su cabaña luego de su jornada de trabajo, iban ya a medio camino por la desolada carretera, eran aproximadamente las 6 de la tarde de a poco el cielo se iba tornando gris, cuando un poco más adelante en la vía divisan un auto con el capo abierto al parecer era una pareja que estaba varada en el camino, los hermanos bajaron la marcha para poder divisar mejor. Observaron detenidamente, era un tipo de unos cincuenta años, gordo, calvo y muy bien vestido estaba frente a su vehículo con el capo abierto se podía divisar que salía humo del motor, dentro del carro se encontraba una señorita joven y muy bonita, con cara de fatigada, ambos miraron a la camioneta de los hermanos como clamando por ayuda.




Los viajes que a diario emprendían los hermanos eran aburridos casi todo el trayecto lo hacían prácticamente en sumo silencio, es por esto que la escena les llamaba mucho la atención, y mucho más se sorprendieron al reconocer al señor que allí se encontraba. Aníbal quien era el que manejaba se parqueo unos 10 metros delante del vehículo averiado, tomo fuertemente el volante y apretando los dientes le preguntó a su hermano.

-Lo viste?

-Talvez solo se parece a él- responde Alberto tratando de calmar a su hermano.

-¡Es el! no me vengas a decir que después de tantos años se te olvido la cara de ese tipo?

-Por favor no hagas ninguna locura- le dijo Alberto, como presagiando lo que después vendría.


Ambos hermanos eran de apariencia tosca, corpulentos y de barba descuidada, cualquiera pensaría que eran mellizos de no ser que Aníbal era ligeramente más alto que su hermano y de piel mucho más oscura, esto en cuanto a su aspecto, ya que sus personalidades eran otra cosa, Aníbal era el mayor con 33 años, de personalidad explosiva, muy dominante y testarudo, el tipo de persona que iba a un bar solo para buscar pelea, Alberto de 30, era callado, sumiso, calculador, muy inteligente y amante de la lectura, estas personalidades tan contrapuestas volvían a Alberto en un constante blanco de burlas y opresión por parte de su hermano mayor , incluso cuando leía intentaba no hacerlo en presencia de su hermano para evitar la burla de este.


-Esta es nuestra oportunidad de redención, ¡quédate aquí y no digas nada! - le dijo Aníbal mientras salía del vehículo para dirigirse a la pareja.

-Hola señor veo que tenemos algunos problemas por aquí- le dijo Aníbal al señor de traje esbozando una amplia y fingida sonrisa.

-Gracias a dios alguien apareció, mucho gusto soy Teodoro de la Torre- dijo mientras le extendía la mano para saludarlo, Aníbal hizo como que no lo vio dejándolo con la mano extendida, más bien poso su mirada en la guapa señorita que dentro del auto se encontraba, ella se ventilaba con una revista. Aníbal se acercó a la ventana de ella y manteniendo la sonrisa la saludo tomándose la gorra en señal de pleitesía hacia la dama. Ella lo miro de pies a cabeza no pudo disimular la cara de repudio hacia el campesino solo atino a preguntarle:

- ¿En dónde nos encontramos?

Aníbal cambio su sonrisa coqueta por una cara amenazante y le dijo:

-Acaso a las señoritas de la ciudad no le ensenan a saludar? – su mirada intensa y el tono de su voz muy pausado e intimidante la hicieron poner nerviosa, solo atino a agachar la mirada y responderle el saludo en voz baja.


Aníbal volvió su mirada hacia Teodoro y alzando la voz les respondió a ambos:

-respondiendo a su pregunta, ustedes se encuentran varados la carretera “las cabras”, le pusieron ese nombre por que en esta zona solo se pueden ver de esos animales, ni caballos, ni vacas, ni ovejas… solo cabras. Esta vía tiempo atrás era muy transitada había muchas casas y negocios, pero el gobierno decidió que quería construir una carretera en otro lado, así que quedo desolado todo por acá, las personas que por aquí vivían tuvieron que marcharse. ¡Que lastima! ¿No le parece señor ministro?

- ¿Usted me conoce? -pregunto Teodoro acomodándose un poco la corbata y alzando un poco la barbilla.

-Claro que lo conozco Ministro, o ¿cree que acá en el pueblo no tenemos televisión?

-Gracias por lo de ministro, pero ya no estoy en ese cargo desde hace varios años, me retire de la política, manejar las finanzas de un país es una tarea bárbara.

-Si nos enteramos por acá, ya nunca lo vimos más en televisión, mi padre era un fan suyo, después de haberle dado nuestro voto a su partido por varios años y no haber obtenido ninguna obra es una verdadera pena no seguir disfrutando de su presencia en el gobierno- sus palabras denotaban un sarcasmo marcado, la pareja no le presto mucha atención a las palabras del campesino. Mientras Alberto miraba por el retrovisor a su hermano y a la pareja, no podía escuchar lo que hablaban, pero le tranquilizaba un poco ver que la situación estaba en aparente calma.


Aníbal se agacho hacia el motor se sacó un trapo que tenía en su bolsillo trasero y empezó a revisar diferentes partes del mismo, por unos minutos se concentró exclusivamente en lo que había en el motor, la señorita saco la cabeza por la ventana intentando ver quien estaba en la camioneta de Aníbal, al ver que había otro hombre allá se sintió un poco nerviosa. El ex ministro solo atinaba a ver su teléfono esperando que por algún milagro del destino le llegue señal.


Aníbal se puso el trapo en el hombro, miro a la pareja y sin decir nada camino hacia su vieja camioneta a paso lento, Alberto lo miraba venir hacia el con mucha curiosidad.

-Ahora si nos vamos? – le pregunto el hermano menor.

-Nos vamos? ¿Estas tarado? Esto recién empieza – procedió a abrir su caja de herramientas y saco una llave inglesa muy grande y pesada la apretó fuertemente y miro a su hermano fijamente.

-Piénsalo bien hermano, no cometas una locura

-Una locura? ¿Te olvidaste del juramento que hicimos?

-No me he olvidado, pero eso fue hace ya mucho tiempo, las situaciones cambian y las personas también. ¿Has pensado qué diría nuestro padre si estuviera aquí?

- ¿Que diría nuestro padre? - mi padre a pocos días de morir lo único que me pidió es que no cometiera los mismos errores que él.

-Cuando nuestro padre te dijo eso, se refirió a que si en algún momento llegas a ahorrar una buena cantidad de dinero inviértelo inteligentemente y no seas confiado.

-Como siempre hermanito tu entiendes lo que quieres entender, ¿sabes qué? ¡No me importa!, yo nunca será como papa, desde pequeño entendí que no me dejaría ver la cara de ningún miserable - mientras Aníbal decía esto con la llave inglesa señalaba al ex Ministro- este sujeto fue el causante de la desgracia de muchas personas, muerte, depresión, suicidios, infartos y otras cosas más que solo dios sabrá. - Aníbal se ponía rojo de coraje y una vena le brotaba en la frente al decir estas palabras.


Alberto entendía la indignación de su hermano, solo atinó a decirle:

-Yo tiempo atrás ya hice las paces con la vida y sus infortunios, entendí que muchas veces la vida no es justa, pero es real y es bella.

-Deja las frases filosóficas para tus estúpidos libros, en eso es lo que te ha vuelto tu afición a la lectura: ¡en un cobarde! la justicia debe darse… o debemos darla nosotros. ¿Estás conmigo sí o no? – Aníbal le lanzo una mirada intimidante a su hermano sus ojos se desorbitaban cada vez que lo hacía. Alberto solo atino a responder:

-Cualquier cosa que quieras hacer no me metas… allá tú!

-Con que no me estorbes es suficiente- Dicho esto Aníbal camino de regreso a la pareja con la pesada llave inglesa blandeándola de un lado a otro en señal de intimidación.






-CAPITULO 2-

Aníbal se acercó al auto convertible a Teodoro para decirle.

-Pues bueno Ministro usted tiene un problema con la cejilla de la rótula.

- ¿La cejilla de la rótula? Justo lo que pensaba- dijo tomándose de la barbilla aparentando que sabía de lo que hablaba y mirando el motor que todavía despedía algo de humo.

Aníbal no aguanto la risa, rio por un rato de forma estruendosa y tosca mientras miraba a la pareja.

-Se nota que usted sabe de carros lo que yo sé de astronomía jajajaja, o mejor dicho yo sé de astronomía lo que usted sabe de dirigir un ministerio de finanzas.

-Si usted lo dice por lo que la prensa y mis rivales políticos decían de mí, pues se equivoca, nunca me pudieron comprobar nada, yo actué siempre en base a la ley.

-Ya sabemos cómo son las leyes en este país y a quienes favorecen- dijo Aníbal mientras con la llave iba desarmando una pieza del motor. Teodoro no quiso responder a las insinuaciones, al no saber nada de carros no tenía más remedio que hacerse el desentendido y esperar a que el tosco campesino le ayudara a resolver su problema.

Aníbal retiro una pieza del motor y se la enseño a la pareja.

-Hay que comprar una nueva y volver a colocarla y con esto podrán seguir su marcha. Debemos ir al pueblo yo conozco allá donde comprarla a esta hora debe estar cerrado el almacén, pero conozco la casa del dueño- dijo mirando al cielo, ya el sol se había ocultado, y la luna aparecía tímida oculta por nubarrones grises.

-Está seguro que la podremos comprar a esta hora?

-Todo se puede Ministro sabiendo a donde llegar y con dinero, de eso usted si sabe.

-Aquí tiene 300 dólares trate de no demorar por favor que mi amiga está un poco inquieta.

Aníbal miro al Ministro y muy molesto le dijo:

-Aquí no estamos en su oficina, usted aquí no manda, si quiere que lo ayude deberá acompañarme, nos vamos en mi estelita, dijo señalando la vieja camioneta. Teodoro miro el vehículo como si fuera algo que se había sacado de la nariz.


-No me la mire así ministro que mi Estelita se resiente, es un recuerdo de mi difunto padre.

-Pero en su camioneta ya hay otra persona. Además, yo estoy con mi ella. – dijo mientras señalaba a la linda chica. Ella también pasaba mirando su teléfono buscando alguna señal y esperando que el día se termine pronto.

-No se preocupe por ellos, ambos se harán compañía, mi hermano se queda cuidando a su chica, mientras usted y yo nos dirigimos hacia el pueblo, creo que en unos 30 minutos llegaremos.

-Pero no conocemos a su hermano.

-Y él tampoco los conoce a ustedes. Tranquilo que ya mismo haremos las presentaciones.

La señorita con la cabeza le hizo señales a Teodoro de dejarla sola.

-Le propongo algo amigo, le doy 1000 dólares y vaya usted con su hermano y retiren el repuesto y nosotros los esperamos aquí.

-Y si me da 3000? - dijo Aníbal esbozando media sonrisa y entrecerrando los ojos.

-¡Le doy los 3000! En estos momentos, pero ayúdeme por favor.

Aníbal se hecho una carcajada muy sonora. Acto seguido empezó a caminar hacia su camioneta mientras decía en voz alta para que todos escuchen:

-Ustedes los ricos creen que todo lo pueden solucionar con dinero.


Aníbal se asomó a la ventana de la camioneta y le pidió a su hermano que se bajara, en un principio este no acepto, pero sabía en el fondo que cualquier cosa que su hermano esté planeando hacer no había forma en el mundo de hacerle cambiar de parecer. Ambos hermanos se dirigieron a la pareja. Aníbal señaló a su hermano y dijo:

-Aquí lo tienen, él se quedará con la señorita y usted se viene conmigo.

-No se preocupe yo la cuido señorita, mi nombre es Alberto- en su forma de hablar denotaba serenidad y sinceridad, esto le dio tranquilidad a la pareja, Teodoro accedió a dejar a su amiga con el extraño mientras caminaba con Aníbal en la búsqueda del necesitado repuesto.


La camioneta recorría lenta la carretera casi en completa oscuridad, sus faros opacos no permitían ver más allá de dos metros, soplaba un fuerte viento que movía las hojas de los árboles y producía un sonido inquietante. Teodoro no podía dejar de mirar el interior de la camioneta, nunca se había subido a un cacharro igual, tenía un olor particular era una combinación entre gasolina, cigarrillo y sudor. Teodoro se agarraba la nariz por ratos intentando disimular el asco que sentía.


-Y su amiguita está muy guapa. Que opina su esposa de su amistad con ella.

-Ella no lo sabe… obviamente

-Era de imaginarse, usted no juega limpio ni siquiera en su matrimonio- dijo Aníbal mientras manejaba, con su mano derecha tenía el volante y con la izquierda sostenía la llave inglesa.

-Disculpe amigo… pero…

-Yo no soy su amigo

Teodoro se acomodó la corbata, hacía esto cada vez que se sentía nervioso.

-Disculpe señor, no sé si le molesta algo de mí, tampoco sé porque me está ayudando, pero si quisiera decirle que yo una persona pacífica y honesta que solo desea poder arreglar su carro y seguir su camino, no quiero problemas.

- Persona pacifica, persona honesta, mmm ya veo. ¿Quiere escuchar una historia ministro?

-Me gustaría…

-Luego de muchos años de trabajo un buen día un mecánico decidió que ya era tiempo de jubilarse, vendió su taller, y junto con los ahorros de toda su vida planeaba comprar una finca, criar cerdos y vacas, y vivir allí los últimos años que le quedaba de vida junto a su esposa y sus dos hijos. Un día un buen amigo le hablo sobre las ventajas de invertir el dinero en pólizas de acumulación, sacaron números en la calculadora, al viejo mecánico le pareció todo eso interesante, a pesar de siempre haber sido un poco desconfiado con los bancos y por insistencia de su esposa se animó a aperturar la póliza, sobre todo porque su amigo había obtenido buenos réditos tiempo atrás, así que vendió el taller y junto con sus ahorros se dirigió al banco y allí deposito sus sueños, no contaba con que el ministro de finanzas de ese entonces había hecho un pacto con los dueños de los principales bancos del país, y a fin de tapar un desfalco millonario que esos sujetos habían hecho por varios años se “auto prestaron” todo el dinero que habían en las cuentas, bancos quebrados, negocios en la ruina, fueron años de tormento que pasaron los cuentahorristas exigiendo la devolución de su dinero, en el mejor de los casos al cabo de algunos años recuperarían apenas la mitad. El mecánico recién jubilado no pudo soportar el martirio y una mañana camino hacia el patio de la casa ato una soga a la rama de un árbol y se colgó, su hijo mayor encontró el cuerpo siendo movido de un lado a otro por el viento del valle. Su esposa murió al poco tiempo de un derrame cerebral a causa de todo el infierno que había soportado. Los hermanos quedaron solos siendo unos adolescentes apenas. Juraron un día tomar venganza por la muerte de su padre. A diario veían noticias y planeaban distintas formas buscar al odiado ministro y acabar con su vida, luego se enteraron que el señor se había fugado del país hasta que el lugar volviera a ser seguro para su “integridad” (como si la tuviera). Muchos años después y como caído del cielo ambos hermanos se encuentran al ministro en cuestión varado en la carretera, la misma carretera donde a diario transitaba su difunto y suicidado padre.

Que casualidades de la vida ¿no le parece?, esta historia no tiene todavía un final, pero presiento que muy pronto se lo daremos.


Al escuchar este relato Teodoro no sabía que decir, si bien antes pensaba que la situación pintaba mal, ahora estaba seguro de que su vida corría peligro, su respiración se agitó y transpiraba profusamente ambos se quedaron callados por unos segundos, mientras la vieja Dodge seguía muy lenta su recorrido por la carretera bajo la penumbra de la noche.


-Siento muchísimo lo que le sucedió a su padre, no me imagino lo que debe ser verlo ahorcado, pero yo no soy el culpable, la decisión que se tomó en el gobierno no fue mía, yo era quien debía dar la cara a la prensa y a la gente, pero detrás de mi había personas con oscuros intereses- mientras hablaba Teodoro analizaba escenarios para poder salir de esta terrible situación se acomodó la corbata y prosiguió: Tengo 12000 dólares en mi vehículo, yo sé que el dinero no hará que recupere a su padre pero créamelo que le ayudara mucho, tómelos por favor y solo déjeme ir.


- ¿Que hace un hombre con 12000 en su vehículo en medio de la nada?

-Le prometí a mi amiga comprarle un carro.

-Claro… entiendo… es la única forma en que una mujer, así como ella podría estar con un tipo, así como usted. – Aníbal hizo una mueca de desprecio. Vio unos metros más adelante a un lado de la carretera un barranco estaciono el vehículo abrió la guantera y sacó una navaja la cual guardo en su bolsillo a mirada expectante de su acompañante y con la llave inglesa pegado a su cabeza lo obligo a bajar.







-CAPITULO 3-

Alberto estaba sentado en una piedra a dos metros del averiado vehículo, contemplaba un búho posado sobre la rama de un árbol, lo miraba con suma atención como queriendo hallar en el ave algo de sabiduría-La mente es un buen sirviente, pero un pésimo amo- pensaba al darse cuenta a donde le podría llevar los arrebatos impulsivos de su hermano, meditaba en silencio alguna forma de poder solucionar esta situación. Por su parte encerrada en el vehículo estaba la joven señorita angustiada e inquieta, sobretodo porque en los veinte minutos que Alberto allí llevaba con ella no le había dirigido palabra, decidió romper el silencio para decirle:

-Soy Megan.

Alberto salió de su encierro mental, volteo su mirada hacia a ella y movió su cabeza de arriba para abajo.

-Crees que demoraran mucho? - preguntó ella.

-Un rato más creo yo- En ese momento Alberto se levantó y decidió revisar bien lo que sucedía con el vehículo después de unos minutos de chequeo se dio cuenta que era un daño menor y lo podría resolver en cuestión de minutos, al final la pieza que había retirado Aníbal no tenía nada que ver con el daño del carro, pensaba que probablemente la había retirado solo para tener un pretexto para llevarse al Ministro fuera de ese lugar, Alberto tomo unas herramientas que había en el maletero, apretó unas tuercas y pudo encender el vehículo.

Megan brinco de su asiento emocionada. Alberto al regresar las herramientas al maletero pudo darse cuenta de una mochila negra pequeña, disimuladamente la abrió y pudo contar 12 fajos de billetes de 100 dólares, inmediatamente cerro la maleta, Megan en su emoción no se percató de nada.

-Vamos a ver a mi novio por favor- le pidió Megan a manera de ruego.

Alberto la miro unos segundos pensando que debía hacer. Dio una mirada completa a su alrededor, no se veía ninguna luz a más de las estrellas. Se subió al carro se acomodó la gorra y empezó a conducir en dirección al pueblo en espera de encontrarse con su hermano y Teodoro.

Aníbal y Teodoro caminaron unos diez metros se ubicaron al filo del barranco. El ex ministro sentía como sus piernas flaqueaban, empezó a hiperventilar, sudaba profusamente, intento una vez más negociar con Aníbal, dijo que le entregaría todo el dinero que tenía además del carro y también en su desesperación le ofreció hasta a su novia.

Aníbal saco su navaja y se la colocó en el cuello, le obligó a arrodillarse con su cara mirando hacia el barranco.

-Solo debo darte una patada y caerías al vacío, tardarían días en encontrarte… si es que te encuentran-

- ¡Por favor no lo hagas! - suplicaba con voz entrecortada.

- ¿Nunca pensaste que ibas a morir? ¿o se te olvido que no eres eterno?

-Solo piensa que pasaría si te descubren, irías a la cárcel por el resto de tu vida, esta mi novia ella es testigo de todo, no dañes tu vida por una vieja venganza. - decía desesperado intentando disuadirlo.

Aníbal contemplo la escena, una parte de él quería lanzarlo por el precipicio, pero por otro lado no sabía si podría vivir con un muerto en su conciencia, había soñado muchas veces con este momento, pero ahora teniéndolo allí de frente y dominado a su peor enemigo simplemente no sabía qué hacer.

-Me hago responsable de todos mis actos, siento de corazón haber lastimado a tu familia, sé que también hice daño a muchas otras personas, no hay nada que pueda hacer para remediarlo. No quiero justificar nada de lo que hice solo quien ha estado en mi infierno sabe donde habitan mis demonios- dijo agachando la cabeza en señal de resignación

-El infierno está vacío y los demonios están aquí- dijo Aníbal mientras acercaba la navaja hacia el cuello de Teodoro.





-CAPITULO 4-

Alberto conducía el carro deportivo de Teodoro, nunca había manejado uno así, estar dentro del vehículo era como un sueño, pensó por unos minutos lo injusto que puede ser la vida, muchas personas trabajan toda su vida honestamente y rompiéndose el lomo, apenas sobreviviendo y mueren pobres, algunos víctimas de abusos de gente poderosa como le paso a su padre, en cambio otras personas buscan la manera de ir por la vida saltándose las bardas, intentando superarse a costa de cualquier cosa, echó una mirada a su lado y vió a Megan, se imaginaba que era de esas chicas pobres que se aprovecha de su belleza para poder ir escalando en la vida, no quería emitir juicio en contra de ella ya que no la conocía bien, aunque no podía evitar sentir lastima por aquella muchacha.

- ¿Qué tiempo llevan juntos? - pregunto Alberto.

-Casi un año, últimamente la relación se ha vuelto seria.

-Que tan seria puede ser una relación con un hombre casado-preguntó con algo de cinismo.

-En unos meses prometió que dejaría a su mujer.

-Nunca creas en promesas de borrachos, ni de políticos.

Ella quedo en silencio, miraba su teléfono a cada instante en espera que le llegue algo de señal.


Alberto unos metros más adelante pudo divisar a Estelita parqueada a un costado, no había luces de ningún tipo, presagio lo peor, parqueo el convertible unos metros cerca de la vieja camioneta, le pidió a Megan que se quede en el vehículo, mientras caminaba hacia el carro pudo escuchar unos sollozos, al acercarse más pudo ver a Aníbal fuera del carro tomándose de la cabeza, miro hacia dentro del carro y vio a Teodoro llorando.

- ¡No pude hacerlo! - decía Aníbal con sus ojos rojos, su mirada había cambiado ahora parecía un niño asustado, todavía sostenía la navaja abierta. Alberto tomo la navaja se la puso en el bolsillo y le dijo:

-No te preocupes hermano esto solo demuestra que no eres un asesino, para matar a alguien se debe tener fría la cabeza y caliente las manos, al revés no funciona.

Ambos hermanos se dieron un abrazo, Megan abandonó el vehículo y se dirige al carro al ver a su novio adentro llorando lo abraza casi sin entender mucho lo que pasaba.

-Déjame manejar esto a mí- le dice Alberto a su hermano, acto seguido se acerca a la pareja y les dice:

-Esto es lo que haremos, me voy a dirigir a su carro y tomare el dinero que está en el maletero, le hare unos últimos ajustes al carro para asegurarme de que no se les vaya a dañar ya que el trayecto hasta el hotel más cercano puede tomarles varias horas todavía, ustedes se irán para siempre, no los quiero volver a ver por acá. La pareja asintió. Alberto tomo el dinero, abrió el capo ajustó unas tuercas, luego se agacho por debajo del vehículo y ajusto unas mangueras.


Las parejas de novios apenas subidos al auto se marcharon a toda prisa, los hermanos los contemplaron alejarse y perderse entre la oscuridad. Aníbal descubrió esa noche que era igual de cobarde que su hermano aun así quiso agradecerle por el apoyo, por no haberse marchado, pero era muy orgulloso como para decírselo, sin embargo, ambos sabían que cualquier agradecimiento sobraba, entendían que los hermanos tenían virtudes y defectos pero que estando juntos podrían resolver cualquier cosa.


Al día siguiente ambos hermanos decidieron quedarse en casa y tomarse un día libre, Alberto estaba en la sala leyendo uno de sus libros más preciados: “A sangre fría” de Truman Capote mientras tomaba el café. Aníbal estaba preparando unos huevos revueltos para desayunar mientras miraba a su hermano sumido en la lectura, quiso burlarse otra vez de él pero se contuvo, al mirarlo pensaba que a su hermano le faltaba un poca más de malicia para sobrellevar las cosas del mundo, con libros no se resuelve nada pensaba, pero mejor se guardó sus ideas para sí mismo, encendió el televisor y puso las noticias, se empezaba a preparar los huevos cuando para su sorpresa la noticia del día era la muerte del ex Ministro Teodoro de la Torre y su acompañante, el noticiero citaba: perecieron en un accidente automovilístico, el vehículo en que viajaban tomo una curva peligrosa y cayó a un barranco producto de una falla en los frenos, las pericias indicaban que se había producido una fuga en la manguera de frenos y al tomar la curva los frenos no funcionaron. El hecho fue clasificado como un accidente.


Aníbal miro a su hermano intrigado, este miro el televisor por unos segundos sin inmutarse luego metió su mano al bolsillo y extrajo la navaja que la noche anterior le había quitado.

-Ten hermano te la devuelvo- dicho esto volvió su mirada al libro y prosiguió con la lectura.


Aníbal se quedó sin palabras, se juró así mismo nunca más volver a burlarse de su hermano.

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