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Un mendigo, un cigarrillo y una historia

Actualizado: 2 nov 2020

-la vida es muy corta para priorizar el “éxito” a la paz-


Siempre he pensado que en la vida existen dos tipos de personas: las que pasan por tu vida sin mayor trascendencia y las que de alguna forma dejan una huella… un recuerdo que atesoraras hasta el último día que respires, he conocido muy pocas personas que están en este segundo grupo, quiero contarles una historia de cómo alguien que conocí por apenas 1 hora pudo dejar una enseñanza en mí que todavía queda latente en mi recuerdo.

Tenía unos 26 años recientemente me habían dado un ascenso en la empresa en la que laboraba y ahora era jefe de ventas de alrededor de 60 personas, el ascenso venía acompañado de un jugoso aumento y un vehículo del año, como persona que recién empieza a tener logros en la vida pensaba que lo había alcanzado casi todo, caminaba por la calle con mucha autoridad, como el tipo que cree que se las “sabe todas” cuando en realidad yo no sabía nada. El trabajo se había convertido en casi toda mi vida, laborada 14 horas al día normalmente, y con este ascenso la responsabilidad aumentaría aún más. Pensaba que estaba en camino directo al éxito.

Una tarde estaba en mi oficina, esperando a un cliente muy importante de la empresa, al aproximarse la hora de la reunión, me percate que por un error de agenda el cliente llegaría una hora mas tarde a la cita. No recordaba la ultima vez que se me daba una hora "libre" en mi arduo día de trabajo. Tenía algo de hambre y algo de tiempo, así que aproveche y camine por la calle buscando mi restarurante favorito. En mis horas de almuerzo era para mí habitual comer en una cadena de comida rápida muy famosa en la ciudad “Esteban Rey Burguer”, comía en ese sitio desde que eran apenas 3 locales en la ciudad, actualmente ya habían más de 40 locales y contando, a dos cuadras de mi oficina había uno de estos locales al cual solía ir regularmente. Caminé las cuadras de forma lenta y algo relajada aprovechando que nadie me apuraba. Estaba a punto de ingresar al restaurante cuando veo en la parte de afuera de este local a un mendigo sentado en un viejo banco de madera al lado de él tenía un letrero que decía: “Una historia por un cigarrillo”. Me pare un instante y mira la escena con algo de curiosidad, el mendigo tenía barba blanca y larga, la piel bronceada, aparentaba unos 70 años, pantalón y camiseta muy desgastada y zapatos viejos, lo que más llamó mi atención fue la sonrisa que me daba, era tan cálida y noble, sus ojos brillaban de una manera que no podría describir, fue por eso y porque tenía en mi bolsillo un par de cigarrillos que me acerque hacia él, le entregue uno de los cigarrillos, iba a sacar mi encendedor cuando vi que el ya tenía uno, el procedió a encender su cigarrillo y el mío también, me acerco otro banquito viejo y me senté al lado de él.



Por unos segundos sentí vergüenza, estaba en una avenida principal de la ciudad la gente pasaba y me miraba a mi fumando un cigarrillo con un mendigo.


- ¿Si me vieran alguno de mis empleados que pensarían de mí? - Pensaba en ese momento mientras miraba al mendigo que hasta ese momento no me había dicho nada. Lo mire de pies a cabeza, seguía todavía con esa sonrisa. Cuando me termine de fumar el cigarrillo, lo bote al piso y le dije:


-Y bueno….

- ¿Y bueno que? - me contesta el mendigo saboreando cada inhalada que le daba al tabaco.

-Su letrero dice: “un cigarrillo por una historia”, bueno… estoy esperando escuchar la historia.


El mendigo me mira sus pupilas se dilatan un poco y empieza a reír para luego decirme:

-Y quien te dijo que yo te iba a contar la historia. El trato es así: tú me das el cigarrillo y yo escucho tu historia.


Me molesto un poco la astucia del viejo, pero en el fondo me daba un poco de risa, yo pidiéndole a un anciano que me cuente una historia, cuando ni siquiera podía quedarme media hora a solas con mis abuelos por miedo a que ellos me aburran con alguno de sus cuentos, estaba preparado para levantarme y entrar al restaurante cuando el anciano me dijo:

-No tiene que ser una buena historia, cuéntame lo que sea… cuéntame cómo estas tú… aquí estoy yo para escucharte.


Siendo sincero tenía mucho tiempo que nadie me preguntaba cómo estaba (o por lo menos nadie me lo preguntaba esperando escuchar de mi alguna respuesta diferente al tradicional: “muy bien”). Por unos segundos contemplé la calle, mire los autos pasar, el sonido ensordecedor del claxon, mire a uno que otro transeúnte caminar con mucha rapidez, personas mirando sus teléfonos mientras caminaban, entonces decidí tomarme unos minutos para simplemente “dejar que las cosas sean” y relajarme. El mendigo no decía nada, solo contemplaba lo mismo que yo manteniendo la sonrisa.

-La verdad no tengo mucho que contar, salvo que recientemente recibí un ascenso en mi trabajo, llevo trabajando en la empresa casi 6 años y por fin siento que estoy siendo reconocido, me dieron un carro, manejo cuentas importantes y a un gran grupo de gente, mi trabajo es muy estresante, pero pienso que el éxito se logra a base de esfuerzo ¿cierto? – mire de refilón al mendigo, este no contesto, se estaba fumando lo que le quedaba del cigarrillo que le había dado, yo proseguí diciéndole:


-Estoy soltero pero vivo tranquilo, sin que nadie me moleste, dedico mis horas a trabajar, eso ocupa la mayor parte de mi tiempo, a pesar de eso tengo algunos amigos con los que siempre que puedo salgo y me divierto, de vez en cuando alguna cita con una que otra “amiguita” para pasar el rato, en resumen pienso que vivo una muy buena vida que muchos envidiarían pero en el fondo siento que necesito algo más… pero no sé qué es… y bueno… eso creo que es todo lo que puedo conversar- pensé en hablar un poco más pero por alguna extraña razón quería saber que tenía que decir el mendigo, él se levantó de su banco miro hacia el ventanal del restaurante y allí desde la calle hizo un ademan con la mano a uno de los meseros que adentro del local se encontraban, a los pocos segundos salió el mesero con una hamburguesa y un refresco, se lo entregaron al mendigo,(que generosidad la de ellos otro punto a favor para mi restaurante preferido) el procedió a partir a la mitad la hamburguesa y me dio una parte, en principio pensé en no aceptarle ya que me imaginaba que más tarde le daría hambre pero accedí para no defraudar su cortesía.

Yo comía con mucho afán, la verdad si tenía hambre, el viejo para de comer por unos segundos y me mira para decirme:

-Te he visto ya un par de veces cruzar por esta calle, siempre apresurado, siempre con cara de amargado, caminas con la cabeza baja y un vacío en tus ojos que no es natural de una persona tan joven- las palabras del viejo me cayeron como balde de agua fría, si recordaba haber pasado varias veces por esa calle pero nunca lo había visto a él (o por lo menos nunca me había percatado) la verdad tenía razón, siempre andaba apurado y con cara de estresado… pero bueno pienso que eso va a cambiar ya que antes andaba a pie y ahora tengo carro nuevo.


-Y si yo estoy siempre con cara de amargura entonces ¿porque se la ha pasado sonriéndome desde que me vió? - Le pregunte para descartar de plano alguna “otra intención” que tenga el viejo conmigo, ya que yo podré estar soltero, pero no pateo con la zurda. La respuesta que me dio me dejo frío:

-No hay nadie que necesite más de una sonrisa que aquel que no tiene ninguna para dar-mientras decía esto seguía sonriendo y sus ojos seguían brillando tal cual los de un niño pequeño.

-Ud. no sabe la responsabilidad que pesa sobre mis hombros, tengo mucho personal a mi cargo y los conflictos que allí suceden son a diario, ando con un dolor de espalda desde hace dos semanas y por falta de tiempo no he podido ir al doctor… claro es fácil criticarme cuando ud se la pasa todo el día cambiando cigarrillos por historias… historias que por cierto ud no cuenta, más bien quiere que uno le entretenga con las propias. Es fácil andar por ahí sonriendo cuando usted elige andar muy tranquilo haciendo lo que le gusta – le dije un poco molesto y defendiéndome por decirme amargado.

-De todo lo que dijiste me quedo con tu última frase-dijo el mendigo muy tranquilo y sereno.

- ¿Y todo el resto que le dije?, que conveniente es tomar solo lo que le sirve y desechar lo que no-le dije esperando molestarlo de alguna forma, en vez de eso me dijo:

-De nuevo me quedo con tu última frase, has resultado ser un poco más sabio de lo que aparentas-Me dijo mientras sacaba una cajetilla de cigarrillos de muy buena marca de su bolsillo, yo lo mire extrañado.

-El negocio de cambiar historias por cigarrillos ha sido más lucrativo de lo que imaginaba-le dije mientras él me entregaba el cigarrillo, encendió ambos y luego me pidió que mirara a la calle y me dijo:

-Míralos… ¡solo míralos! - me dijo señalando a todas las personas que cruzaban por las calles y a los carros que pasaban- Dime que ves- me dijo el mendigo, su dedo moreno y arrugado seguía señalando todo el panorama.

-Veo muchas personas, la mayoría ejecutivos, otros simplemente caminan de un lado para el otro, también veo carros, mucha bulla.


-Mira un poco más detalladamente- me dijo…


Trate de ver más a fondo, me fijé en lo que hacían, me fijé en sus caras, inclusive a pesar de tenerlos lejos a algunos intentaba mirar sus ojos, en ese momento entendí que el mendigo no me había dicho ninguna ofensa, mi cara de amargado y mi mala actitud iban “acorde” con las personas que allí habían, me había adaptado a un entorno que estaba lejos de darme paz, casi todas las personas que miraba tenían cara de amargados, andaban apurados o estresados y los que parecían de “mejor clase” tenían los rostros más deprimentes, otros simplemente se movían como zombies caminaban lento pero con su mirada fija en el teléfono, en ese instante sentí una gana de regalarles una sonrisa para al menos mejorar su día, ya que parecía que la estaban pasando mal.


Pensaba que el mendigo me daría alguna crítica del decadente panorama que daba la ciudad, pero en vez de eso me dijo:

-Mira a la esquina ¿vez a esa señora con su hijo? - miré la escena, estaba una señora con su hijo de 5 años, el niño estaba emocionado porque en la esquina había un tipo disfrazado de súper héroe, el niño saltaba de gusto y se tomó varias fotos con el personaje, la risa del niño era tan estruendosa que a pesar del ruido de la calle podíamos escucharlo. Abrazo al súper héroe, luego abrazo a su madre, le dijo algo a ella no pude escucharlo, pero intentando leer sus labios creo que le dijo que la amaba.


- ¡Linda escena! mirando el bullicio y stress de la calle me estaba perdiendo de algo muy bonito, gracias por hacérmelo notar- le dije al tipo quien seguía contemplando toda la calle con algo de fascinación y fumándose el cigarrillo.


Ya para ese momento estaba muy intrigado con el tipo. Quería saber cómo llego a esa condición así que sutilmente intenté abordar el tema. Le pregunte:

-Disculpe la pregunta que le haré, pero me intriga mucho, una persona como usted, que al parecer sabe un poco más de la vida que muchos otros, con una visión diferente para entender al mundo… ¿cómo llego a volverse un mendigo?


El me miró por unos segundos, se notaba que quería reírse, en vez de eso me respondió:

- ¿Por qué piensas que soy un mendigo? -

- ¿No lo es? - le pregunté.

-Yo soy lo que tu creas que soy. Al final de cuentas es tu realidad, y tú la formas según tus creencias. Si juzgas por mi apariencia como la mayoría de personas que nos rodean entonces talvez sí soy un mendigo, pero que pasaría si estuviera bien vestidito y anduviera en un carro último modelo, ¿ya no sería un mendigo para ti cierto?

-Obviamente no sería un mendigo para mí- le contesté.

- ¿Y si la ropa y el carro fueran prestados? - rió por un rato. Presentía que me quería tomar el pelo así que le pregunte de forma un poca más directa:

- ¿Es o no es?

-No lo soy, tengo casa, carro, una familia, un negocio y gracias a dios dinero no me falta-me respondió- procedió a encender otro cigarrillo y continúo diciéndome:

-Antes que me preguntes te diré que visto con ropa y zapatos viejos porque no me interesa para nada las apariencias, he sido así desde joven, cuando tenía más o menos tu edad tenía un trabajo que al igual que a ti me estresaba, ganaba bien, pero entendí que nada de lo que allí hacia me satisfacía, me costó muchos años darme cuenta que debía dedicarme a hacer lo que realmente me gusta, comprendí que la vida es muy corta para priorizar el “éxito” a la paz. Cuando entendí esto pude lograr todo lo que siempre anhelé, ya que empecé a hacer lo que realmente me gustaba.

Yo lo miraba de pies a cabeza con algo de incredulidad, me preguntaba si el viejo me estaba mintiendo.


- ¿Y porque del letrero? -le pregunte señalando al mismo.

-Mis dos grandes pasiones son el cigarrillo y tener una buena conversación (fumándome un cigarrillo). - me dijo mientras observaba con detenimiento el cigarrillo que se fumaba con alguna clase gusto mezclado con culpa. Luego me dio una de esas miradas intensas y honestas, de esas miradas de paz mezclada con esa intención de quererte transmitir algo muy importante. Y soltó una frase que recordare siempre:

-Muchas veces buscamos las respuestas correctas, en lugar de hacernos las preguntas correctas. ¿A ti que te apasiona? Si pudieras sentarte en la esquina de una calle y hacer algo que te gusta, ¿qué harías? ¿Te lo has preguntado?.


La verdad nunca me lo había preguntado, pero si tenía la respuesta. A mí me encantaba tocar la guitarra y cantar, yo sentía en la música una pasión vital que no podía explicar. Mis actuales responsabilidades y el ritmo frenético de trabajo que había elegido para mí me había hecho olvidar lo que realmente me apasionaba, mi guitarra me aguardaba empolvada en la bodega de mi departamento y no recordaba la última vez que había cantado. Quise decirle todo esto al viejo, pero fijándome en el reloj noté que ya casi era hora de la cita importante con mi cliente. Me levante del viejo banco agradeciéndole al señor por sus palabras y le dije que en próximos días intentaría visitarle para poder terminar la charla.


Él se levantó también de su banco con un poco de dificultad en señal de respeto y me dió la mano despidiéndose no sin antes extraer de su bolsillo una tarjeta la cual me entrego diciéndome:

-Si necesitas de algo puedes llamarme, siempre a las órdenes, un gusto soy Esteban.

-Un gusto le llamare Esteban- le respondí con una sonrisa (autentica sonrisa). Empecé a caminar unos pasos mientras leía la tarjeta luego me detuve mire al letrero del local de hamburguesas, luego mire al viejo allí sentado con verdadero asombro. Aun sin poderlo creer volví a leer la tarjeta:

“ESTEBAN REYES”

PROPIETARIO DE “ESTEBAN REY BURGUER”

Al día siguiente renuncie a mi trabajo.




!Gracias por leer! algunas de las historias estan conectadas con otras del blog, te invito a descubrir cuales.

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