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!Maldita Elena!

-¡Voy a tener una amante! … ¡Está decidido!-


-¡Maldita Elena! ¡ganandome de nuevo! - Pensaba Carlitos mientras arrojaba las cartas a la mesa, su cara no podía disimular la frustracion que sentía, pensaba que por fin iba a ganar la partida de póker, otra vez se equivocaba, era sábado por la noche, otra noche aburrida de cartas para la aburrida pareja.


- ¿No me digas que te enojaste de nuevo? - decía Elena esbozando esa sonrisa sarcástica y burlona que tanto le fastidiaba a él. A ella le encantaba hacer cualquier cosa que logre irritar a su conyuge. Este no dijo nada simplemente se levanto de la silla y camino hacia el cuarto para intentar dormir… intentar... porque Carlitos era del tipo de persona que inundaba su mente de pensamientos todo el día, pensaba en problemas del pasado los cuales ya no tenian solucion y asi mismo en lo que podría pasarle en el futuro, dichos pensamientos lo acompañaban a la cama, tardaba dos y hasta tres horas en conciliar el sueño,

Elena se había quedado en la sala guardando los naipes, ignorando la molestia que sentia su marido, ella tenía esa energía masculina de quemeimportismo a todo, le importaban pocas cosas y entre esas cosas no estaba su marido, pasaba en casa todo el día, viendo tv, chateando en el celular y limpiando de vez en cuando. Carlitos en cambio trabajaba en el area de recepción de una psicóloga muy reconocida en la ciudad, odiaba ese empleo, eran 12 horas al dia, mal pagadas y de tener que ver todos los días a personas con problemas peores que los suyos, con crisis, ansiedades y locuras que lo superaban, siempre pensó que con cada interacción que tenía con estos “loquitos" a él se le pegaba un poco de eso, se sentía cada día más loco, y no de esos locos felices o aventureros, más bien era de esos locos que miraban al suelo murmurando pensamientos infelices , pensaba y pensaba todo el día en sus problemas, pero el verdadero problema es que no pensaba en solucionarlos.

Carlitos entró a la habitación directo a acostarse iba a darle las buenas noches cuando lo escucho hacer ese ruido que hace Carlitos fingiendo ronquidos para parecer dormido, ella ya lo conocía bien, sabía que estaba molesto y fingía el sueño, a ella no le importaba, jalo la colcha hasta el cuello y se durmió placenteramente, ella no demoraba ni dos minutos en dormir esta era otra de las tantas cosas que a él le fastidiaban de Elena.

Ya con su esposa dormida Carlitos dejo de fingir sus ronquidos, seguía perdido en sus pensamientos, la mayoria de estos tenían que ver con ella, 4 años casados, sin hijos, sufrían de ese síndrome que les da a las parejas cuando ya se habían contado todas las anécdotas, cuando la diversión y la espontaneidad se había vuelto monotonía y costumbre, cuando ya el sexo era predecible y escaso… cuando ya habían descubierto que los amigos más divertidos eran los solteros, estos se juntaban con otros solteros, los amigos que le quedaban eran casados la mayoría de los cuales estaban pasando por el mismo síndrome de ellos, cuando se juntaban con estos lograban hacer una gran bola de aburrimiento que salpicaba a todos en cualquier reunión en la que estuviesen.


Se movia de un lado a otro de la cama, cuando de repente tuvo su epifanía, le llego como un flash a su mente… como una resolución determinante: ¡Voy a tener una amante! … ¡Está decidido!



Carlitos no era de esos hombres que atraían miradas, no tenía buen cuerpo era un poco barrigón, tampoco era muy guapo, ni siquiera se llamaba Carlos, se llamaba Carlitos, cuando de bebe lo llevaron a registrar su nombre quien lo hizo fue su abuelita, ella al inscribirlo dulcemente cometió el pequeño error que lo marcaria de toda la vida… Pero volviendo al tema en sus cuatro años de matrimonio había recibido de ciertas mujeres algunos coqueteos los cuales él nunca los llevo a otros terrenos, a veces por respeto a su esposa, otras veces por miedo a aventurarse en lo desconocido. En el fondo sabía que no tenía los “huevos” para tener un affaire.

Había una chica… más bien una paciente que allí se atendía, llevaba ya un año de estar visitando el consultorio, su nombre era Paola, su coquetería con el rayaba en lo obvio, sonrisas, tomadas de hombro, besitos al llegar a la consulta, Carlitos sabía que ella era la indicada, no era muy guapa de cara, pero tenía un muy buen cuerpo, como diría uno de sus amigos… estaba “sexiable”, además ella era casada eso a él lo excitaba más todavía.

-¡Ella será! -.Pensaba.- !ella será mi amante!-


Al día siguiente en el consultorio le dio una llamada a saludarla, sutilmente le planteo la idea de poder salir a comer y luego ir a donde ella quisiera. Ella acepto encantada. Él se emocionó, la cita seria al día siguiente, se tomaría dos horas de almuerzo y se encontraría con su “nueva amada”. Una duda salto en su mente, ¿Qué problemas mentales podría tener para llevar un año en el consultorio asistiendo religiosamente todos los miércoles a las 6pm?, mmmm … Carlitos tomo el fichero de anotaciones de la psicóloga, y reviso con sumo interés, solo quería descartar que no esté con alguna psicótica o desquiciada que pueda poner en peligro su vida. Reviso con detenimiento el diagnóstico que en el escrito había: trastorno de bipolaridad y ninfomanía, esto último lo emociono aún más a él, ¡ella es! Ella es! Pensaba una y otra vez, llamo a Pedro un amigo de confianza desde el colegio que era soltero, le pidió el favor que le prestase su departamento por un par de horas, ya que quería hacer un “trabajito” el amigo sonrió en el teléfono y solo atinó a decirle: ¡ya era hora de que “saques a pasear al ganso”, cuenta conmigo! (Carlitos nunca entendía el florido lenguaje de su amigo) Tomo el telefono y volvió a llamar a Paola y le pregunto:

-Te parece si mejor nos vamos a un departamento que yo tengo y comemos algo allí, nos relajamos y la pasamos rico. – Dijo a quemarropa, luego de decir estas palabras pensó que se había pasado de la raya, que había sido demasiado directo, que debía ser más sutil o cagaria su única oportunidad de tener su “aventurilla”.

-Me encanta la idea me recoges en la esquina de mi casa y nos vamos para allá- respondió ella con mucha tranquilidad.


Sorprendido Carlitos apunto dirección y hora de encuentro, ya estaba casi todo listo, la cita era al día siguiente 12:30pm, tenía el departamento, tenía a la chica, el único detallito que tenía pendiente eran unas velas, había estado en el departamento de Pedro y sabía que la habitación de este era ideal para un encuentro romántico, si cerrabas las persianas tenías oscuridad total, con las velas y un vino la ocasión sería muy excitante, y quería eso para su primera vez de infiel.


-Si le voy a poner los cuernos lo hare con estilo-pensaba Carlitos.

Su mente reventaba de pensamientos eróticos con Paola, no pudo trabajar bien esa tarde debido a la ansiedad que tenia de su encuentro del día siguiente.

Era de noche y de regreso a casa apenas cruzando la puerta divisa a Elena hablando muy animadamente al teléfono, ella cerro la llamada apenas vio a su esposo llegar.

-Que vas a hacer mañana al medio día- pregunto Elena le pregunto con tono imponente y algo molesto.

-¡Maldita Elena! ¡ganandome de nuevo! –pensó para sí mismo, le entro nerviosismo, ¿como se llego a enterar? Pensaba.

Solo atino a responder:

-Mañana al mediodía trabajar como siempre, la agenda está muy llena de pacientes, ¿porque preguntas?

-Desde la semana pasada llevabas diciendo que me ibas a invitar al festín de los martes de las “Costillas de Pepe” ¿recuerdas? Ya no has vuelvo a decir nada de eso por eso te pregunto.

-No podre mañana será el próximo martes- respondió intentando sonar tranquilo.

-ok Carlitos- dijo ella muy despacio y acentuando cada silaba con ese modo sarcástico que a el tanto fastidiaba.


Al poco rato se acostó en su cama, en su mente seguía planeando todo para el siguiente día, él quería que todo sea perfecto. Alli en la cama se encontraba de nuevo nadando en el mar de sus ideas manteniendo una conversación consigo mismo, se le vino un pensamiento de repente : ¿Merece mi esposa una traición de mi parte? Ella ha sido despreocupada conmigo, me ignora muchas veces, pero no será talvez que yo estoy tomando las cosas a mal, hay otras esposas que se la pasa todo el día controlando a sus esposos, invaden su privacidad, leen los mensajes que de sus celulares apenas estos dan la espalda, les arman escenas de celos por nada, mi esposa no hace nada de eso, ella me da mi espacio, me ayuda en la casa, me lava la ropa, me cocina, es verdad que muchas veces me ignora más de lo normal, pasa más tiempo viendo a la pantalla de su celular que contándome algo y que otras veces me quiere hacer sentir inferior con su sarcasmo y sus comentarios, pero quien es perfecto? -Talvez el equivocado soy yo- pensaba Carlitos, eran las 2am faltaban horas para su encuentro y ya se estaba arrepintiendo. -Esperare mañana temprano una señal- fue su ultimo pensamiento para luego sucumbir a los brazos de Morfeo.

Al día siguiente al levantarse recibió su señal, no tuvo que esperar siquiera a tomarse el café cuando se percató que en el tacho de basura de la cocina su esposa había arrojado el peluche que este le había regalado el año pasado por su aniversario. Carlitos días atrás en una de las tantas peleas que tuvieron pensó en hacer lo mismo con la corbata que ella le había regalado en su último cumpleaños, corbata que el detestaba por lo que esto representaba: querer inducirlo a que se viste más formal, el odiaba eso. Se quedó mirando unos minutos el peluche sucio en el tacho, otra vez su mente repetía la misma frase como si fuera una canción:

-¡Maldita Elena! ¡ganandome de nuevo!


Se fue al trabajo sin siquiera despedirse, encendió el carro y emprendió marcha rumbo al trabajo.


Ya en el consultorio realizo sus actividades rutinarias con total normalidad, asi transcurrio buen rato. El reloj estaba a punto de dar las 11 cuando Carlitos reviso otra vez que todos los elementos para su aventurilla estén listos:

*departamento – check

*Amante ninfomana – check

*vino – check

*Velas… velas?- Mmm pequeño detalle.


Sabía que en su casa en la cochera tenía una cajita empolvada con velas que no se habían usado desde ya varios años y algo en su interior le decía que no se iban a usar nunca más. Carlitos podría haber ido a un supermercado a comprar unas pero su tacañería lo llevo mejor a plantearse la idea de ir unos minutos antes de su encuentro a recoger las velas a su cochera, lo haría discretamente y sin que Elena pudiera percatarse de su presencia. Y así lo hizo, se retiró del consultorio eran las 11:30, le tomo pocos minutos en llegar a su casa, parqueo el auto media cuadra antes y camino a su casa entro por la parte de atrás directo a la cochera, su esposa normalmente a esa hora debería estar tomando la siesta en el piso de arriba así que sutilmente abrió la puerta, entro a la cochera, busco la cajita empolvada y tomo las velas, no pudo dejar pasar por alto un ruido que se repetía como un rechinido desde el dormitorio de ellos, esto lo inquieto a Carlitos, camino muy despacio por la sala y procedió a subir por las escaleras, el rechinido era cada vez más intenso, como de resortes, ruido que le rememoraba otros mejores tiempos de su relación, camino un poco más a la puerta de la habitación ahora se escuchaban unos pequeños jadeos y gemidos, abrió la puerta, el ruido se detuvo, al contemplar la escena la cara de Carlitos se puso roja, apreto los dientes y luego por fin lo pudo gritar a todo pulmón:


-¡Maldita Elena! ¡ganandome de nuevo!

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